El estrés no es una enfermedad en si mismo sino sólo es un síntoma
de que estamos llevando un ritmo demasiado frenético y hay que ir, pues,
a la causa.
La calidad de vida es uno de los bienes más preciosos que
buscamos hoy en día: no solo queremos tener trabajo, familia, bienestar
económico, relaciones satisfactorias, salud y tiempo para nosotros.
Queremos vivir bien. Sin embargo nunca hemos estado tan lejos de tener
una buena y verdadera calidad de vida. ¿Por qué?
Ciertamente el exceso de estrés es el factor que en la actualidad más
disminuye nuestro bienestar y nuestra vitalidad. En España éste ya se
ha convertido en la tercera causa de visitas al medico y no solo porque
nos procura molestias físicas (como cansancio, mal sueño, leves y
frecuentes enfermedades, dolores de cabeza, tensión muscular, problemas
digestivos), sino porque también modifica nuestro comportamiento (nos
vuelve irritables, malhumorados, ansiosos y preocupados, más solitarios)
y al final hace que no logremos conciliar la vida profesional con la
personal, que no estemos satisfechos y que no disfrutemos de los
acontecimientos de la vida, incluso de aquellos que nos gustan.
¿Es necesario pagar un precio tan alto?
Las evidencias científicas demuestran que el estrés no es ni bueno ni
malo; ni positivo ni negativo; no es una enfermedad o un problema es
simplemente una energía interna muy poderosa que nuestro cuerpo activa
automáticamente para que podamos llevar a cabo las actividades diarias.
Energía de adaptación la llamaba el Dr. Hans Selye, considerado el padre
de los estudios sobre el estrés.
Cada vez que necesitamos energía para actuar en una situación que
percibamos como difícil (desde correr para coger el bus a participar a
una reunión, desde terminar una tarea a involucrarnos en una discusión),
nuestro cuerpo debe movilizar energía. El cocktail de hormonas que
compone las varias fases del estrés existen precisa y solamente para
"cargarnos" con el fin de que podamos enfrentarnos al día al día. Hasta
levantarnos por la mañana de la cama sube automáticamente nuestro nivel
de estrés.
Si pensamos en nuestro cuerpo como a un coche, el estrés es como la
gasolina que sirve para hacerlo funcionar. Pero la gasolina también lo
puede quemar y el estrés puede hacer lo mismo con nosotros.
El Dr. Selye solía decir que el estrés es lo que da sabor a la vida.
Un nivel fisiológico normal de estrés no solo es imprescindible en
nuestro cuerpo sino que nos permite evolucionar, crecer, enfrentarnos a
los retos diarios nos permite, en otras palabras, saborear todas las
novedades que la vida nos ofrece. Sin embargo, si un nivel normal de
estrés es positivo y necesario, un nivel excesivo o fuera de control se
convierte en un problema.
¿Cómo podemos controlar el estrés?
Teniendo en cuenta que la mayoría de las cosas que nos estresan no dependen de nosotros.
La escasa vitalidad y el estrés negativo se deben a que nuestra
"gasolina" interna no es suficiente para todo lo que tenemos que hacer:
demasiado trabajo, los hijos pequeños, el tráfico, los problemas, el
jefe, los imprevistos.
Pues, frente a esta situación solo hay dos posibilidades
- Controlar, desminuir o eliminar lo que nos estresa y que no
conseguimos contrastar. Aunque esta sea la medida más rápida y eficaz,
en la mayor parte de los casos no podemos actuar mucho en esta
dirección.
- Fortalecer, aumentar y recuperar más rápidamente nuestra energía
interna y, también, aprender a gastarla y usarla de manera más rentable y
satisfactoria: gastar menos gasolina y más rentablemente. Es como pasar
a tener un coche con mejores prestaciones.
Y ¿cómo se hace eso concretamente?
Contrariamente a lo que pensamos y hacemos (y por eso seguimos
estresados), la formula clave para aumentar nuestra vitalidad y
controlar eficazmente el estrés no es hacer menos cosas y tener más
tiempo para nuestras aficiones, cosas estas que son a menudo muy
difíciles de conseguir; la clave no es reducir la cantidad de energía de
estrés que nos gastamos para hacer las cosas que hacemos.
Dicho de otra forma, no es intentar gastar menos "monedas de estrés"
de nuestro bolsillo. El secreto para recuperar el control del estrés,
aumentar el bienestar y la vitalidad es actuar sobre el desequilibrio
entre el gasto de estrés y la satisfacción que obtenemos como resultado
de él.
No es como gastar menos "monedas de estrés", sino es como comprar más
cantidad y calidad de satisfacción gastándose el mismo dinero. Obtener
más satisfacción de lo que hacemos es el secreto. Cuando hacemos cosas
que nos dan mucha satisfacción casi no nos enteramos del estrés que nos
procuran (y de hecho no nos están estresando)
Al contrario, cuando una cosa no nos da satisfacción, parece que sea
mucho más estresante de lo que es. ¿Por qué a alguien le encanta tirarse
de un avión con un paracaídas y a otros les aterroriza solo la idea? El
estrés que se gastan es el mismo, pero la satisfacción que obtienen no
lo es: mucha para los primeros y nada para los segundos.
Parece obvio, pero es curioso que casi el 87% de la gente no tenga
una idea clara de qué cosas le dan satisfacción y así acabe gastándose
la energía en 87 cosas su 100 que no le dan un retorno positivo. Y
satisfacción no significa hacer lo que nos da la gana o lo que nos
gusta, sino es aquel sentimiento de estar cumpliendo con nuestros
compromisos hacia nosotros mismos, nuestra vida, nuestros objetivos.
Así que para aumentar la vitalidad, es imprescindible aumentar el
retorno satisfactorio de las cosas que hacemos en el trabajo, en casa,
en el tiempo libre. Y esto es algo que podemos fácilmente enraizar en
nuestras costumbres de vida diaria.