La sal, que está compuesta de sodio y cloro, es un aditivo común en la alimentación, pero no se debe abusar de su consumo. Aunque supone el mayor aporte de sodio para el organismo, muchos alimentos también la incluyen por lo que hay que evitar usarla en exceso.
Pequeñas cantidades de sodio son indispensables para el correcto funcionamiento del cuerpo humano. Así, ayuda a controlar la cantidad de agua del organismo, manteniendo el PH de la sangre; regula los fluidos; mantiene la hidratación corporal porque introduce agua en el interior de las células; transmite impulsos nerviosos y favorece la relajación muscular.
La Organización Mundial de la Salud recomienda no superar la ingesta de 5 gramos diarios de sal (el equivalente a una cucharadita de café llena). Sin embargo, según datos de la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición) en España casi se dobla el consumo recomendado, ya que ingerimos 9,8 gramos diarios.
Un exceso de sal afecta a los riñones, que regulan el sodio en la sangre. Cuando estos órganos no pueden eliminar la sobreingesta de sal, se acumula en la sangre, atrayendo el agua e incrementando el volumen sanguíneo. Esto produce hipertensión arterial, uno de los principales factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares.
Hábitos saludables
Para reducir la ingesta de sal hay que conocer cuáles son los alimentos que aportan más sodio y tratar de evitar las conservas, salazones y productos precocinados. También se deben fomentar los hábitos saludables, con ejercicio y una dieta rica en potasio (verduras, frutas, legumbres); y evitar los tóxicos como el alcohol y el tabaco.
Además, se recomienda introducir nuevos hábitos en la rutina alimentaria. Se pueden incluir sustitutos de la sal común como Herbamare, sal marina con hortalizas frescas, hierbas aromáticas y alga marina kelp; que aporta potasio y sodio natural a las comidas; o Herbamare Diet, baja en sodio.
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